Acuerdo de inversión UE-China: Entre el error estratégico y el papel mojado

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El pasado miércoles 30 de diciembre, como colofón a la presidencia rotativa alemana en el Consejo de la UE, se anunció un principio de acuerdo de inversión con la República Popular de China. El Comprehensive Agreement on Investment (CAI por sus siglas en inglés), una vez redactado el texto definitivo, deberá ser aprobado por el Parlamento Europeo y el Consejo.

El acuerdo se ha presentado por la Comisión Europea como la apertura más ambiciosa jamás realizada por el régimen chino a un gobierno extranjero y como un paso muy significativo para alcanzar la igualdad de condiciones para las inversiones europeas. Según la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen: “El acuerdo de hoy es un hito importante en nuestra relación con China y para nuestra agenda comercial basada en valores. Proporcionará un acceso sin precedentes al mercado chino para los inversores europeos, lo que permitirá que nuestras empresas crezcan y creen puestos de trabajo. También comprometerá a China con principios ambiciosos sobre sostenibilidad, transparencia y no discriminación. El acuerdo reequilibrará nuestra relación económica con China”.

El vicepresidente ejecutivo y comisario de Comercio, Valdis Dombrovskis, insistió que el acuerdo de inversión “dará a las empresas europeas un gran impulso en uno de los mercados más grandes y de más rápido crecimiento del mundo, ayudándolas a operar y competir en China. También ancla nuestra agenda comercial basada en valores con uno de nuestros socios comerciales más importantes. Hemos conseguido compromisos vinculantes sobre el medio ambiente, el cambio climático y la lucha contra el trabajo forzoso. Colaboraremos estrechamente con China para garantizar que todos los compromisos se cumplan plenamente“.

Para ello, el texto se centra cuatro puntos principales:

1) mejoras en el acceso al mercado chino para las empresas de la UE;
2) mejora en las condiciones de inversión europea, procurando condiciones de igualdad respecto a las empresas chinas;
3) la integración de criterios de sostenibilidad en las inversiones que incluyen tanto cuestiones relacionadas con el cambio climático como de los derechos laborales y
4) monitorización de la implementación del acuerdo y la definición de un sistema de resolución de disputas.

Los principales sectores incluidos en el acuerdo son el de fabricación de vehículos eléctricos, químicos, equipos de telecomunicaciones y equipos de salud y los sectores de servicios como servicios en la nube, servicios financieros, sanidad privada, servicios medioambientales, transporte marítimo internacional y servicios relacionados con el transporte aéreo. Los sectores que la UE mantenía como estratégicos y protegidos, como el de la energía, agricultura, pesca, audiovisual, servicios públicos, entre otros se mantienen en la misma situación.

Es indudable que el hecho de que el régimen chino admita eliminar la mayoría de las limitaciones  legales para invertir, como la obligación de un socio local o la obligatoriedad de transferencia tecnológica, sin una contrapartida clara es un éxito de la delegación europea pero, a pesar la excepcional apertura demostrada por el gobierno chino, nos resulta desde China Watch Institute insuficiente y nos alineamos con el presidente de la delegación del Parlamento Europeo para las relaciones con China, Reinhard Bütikofer cuando tildó el acuerdo de “error estratégico”. Desde aquí enumeraremos las razones:

  • El inmenso mercado chino de 1.400 millones de personas al que la presidenta von der Leyden y el vicepresidente y comisario de Comercio Dombrovskis se refieren desde una perspectiva occidental, en realidad no existe. Todo lo que se compra y se vende en China está directa o indirectamente controlado por el PCCh. Hay múltiples ejemplos de ello en este portal. Hablar de libre acceso al mercado chino tiene el mismo sentido que hacerlo del mercado de Arabia Saudí, de Corea del Norte o de la extinta URSS.
  • Lo que realmente se ha acordado, es que el régimen chino se compromete a ejercer competencia desleal exclusivamente desde medios ilegales en lugar que con el sistema anterior, que incluía medidas proteccionistas que han sido eliminadas con el presente acuerdo.
  • Los compromisos escritos relacionados con el desarrollo sostenible y en particular en lo relacionado con la mejora de las condiciones de trabajo son los clásicos compromisos “asintóticos” de “avanzar hacia” que el PCCh jamás ha cumplido. En concreto se dice que “China se compromete a realizar esfuerzos continuos y sostenidos para ratificar los convenios fundamentales de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) sobre el trabajo forzoso”. También es cierto que, paradojas del mundo actual, las violaciones sistemáticas de los derechos humanos y la existencia de campos de trabajo forzados no ha impedido que China sea miembro de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.
  • Pocos países a nivel mundial tienen una Ley Nacional de Inteligencia (2018) tan explícita en detallar la obligación de cualquier ciudadano o empresa china de informar de cualquier asunto que el gobierno les requiera (artículo 14).

Es cierto que, desde el punto de vista geopolítico, la UE necesita definir una posición individual diferenciada en este escenario multipolar con al menos cuatro focos de concentración de poder a nivel mundial (EEUU, China, Rusia, UE,…) y que se ha quedado atrás en los avances tecnológicos más recientes pero nos parece un error hacerlo mediante un acuerdo de inversiones con el país responsable de la mayor crisis sanitaria y económica mundial en décadas sin más contrapartida que una apertura legal de su “mercado” a las empresas europeas. Por la naturaleza del PCCh y como ha gobernado en estos 70 años, es seguro que no va a cambiar sus principales líneas de actuación entre las que estaría el control total de la población y el partido como único credo válido, la gestión de la fabricación en las condiciones necesarias para ser competitivo,  el crecimiento  empresarial mediante espionaje y robo de innovación extranjera apoyándose en el ejército o la búsqueda periódica de enemigos internos a los que someterles a “campos de reeducación y trabajo” e incluso ejecuciones si corresponde. Las violaciones de los derechos humanos forman parte del ADN y la razón de ser del PCCh y solo desaparecerá cuando el partido desaparezca.

No creemos que la UE piense que, con este acercamiento el régimen chino pretende encaminarse hacia un mercado libre, sino que este acuerdo de inversión es lo más parecido a una “venda en los ojos” ante la muy frágil situación de su economía. La fabricación representa más de la mitad de la inversión total de la UE en China, incluido el 28% para el sector de la automoción y el 22% para materiales básicos. Países europeos con mucha industria y capacidad de manufactura como Alemania o Francia necesitan, ante el tremendo deterioro de la economía mundial, ser más competitivos y este acuerdo les permite fabricar a menores costes y en condiciones menos gravosas que anteriormente en China. Por otro lado, Pekín necesita desligarse progresivamente de EE. UU. sin que eso impacte en las inversiones extranjeras en el país ni en el empleo y de ahí su sorprendente gesto.

Por lo anterior, la UE debería valorar el riesgo de invertir en un país con un histórico tan conflictivo y en base a compromisos tan endebles. Otra opción, como es seguro que el PCCh infringirá más pronto que tarde el acuerdo de inversión, es que se esté buscando una excusa para cancelar las relaciones comerciales ante la primera infracción por lo que realmente el acuerdo solo serviría de justificación legal para ello y, por lo tanto, sería “papel mojado”. No es probable que esta segunda opción sea la que haya motivado el desarrollo de la negociación, pero no deberíamos descartarla del todo de cara al futuro. Actualmente, nada es lo que parece.

Autor: Agustín Puzo

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