La trampa de ‘La Franja y la Ruta’

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El desarrollo de infraestructuras es una de las piezas centrales de la subversiva política exterior del Partido Comunista Chino (PCCh) que, a través de la Iniciativa la Franja y la Ruta, está creando una extensa red de infraestructuras de transporte en todo el mundo.

La construcción de carreteras, ferrocarriles, puertos, plantas de energía y sistemas de telecomunicaciones en países con dificultades económicas literalmente allana el camino para la influencia y el control del PCCh no solo de los estados ‘beneficiados’, sino también de los países colindantes, ya que el dominio de las vías de transporte garantiza el control del flujo de bienes a través de las fronteras.

La guerra de infraestructuras es una de las agresiones más sutiles y corrosivas del PCCh. Detrás el deslumbrante discurso del ‘win-win’ (ganar-ganar) de los acuerdos de desarrollo se esconde un mecanismo por el que el estado nunca recibe el control de la infraestructura, que permanece en manos de Beijing.

Básicamente con la Franja y la Ruta el PCCh, en su búsqueda de recursos, se acerca a países pobres y les ofrece ‘ayuda’ en forma de infraestructuras que de otra manera no se podrían permitir. Sin embargo, esta ‘ayuda’ es un caramelo envenenado:

El régimen comunista chino financia la construcción del puerto, ferrocarril, carretera o aeropuerto, con lo que el país queda endeudado durante generaciones con Beijing. Sin embargo, la ejecución del proyecto corre totalmente a cargo del PCCh, que desplaza a obreros chinos que traen su propia comida y demás productos que puedan necesitar durante su estancia al país, por lo que la construcción no genera ni empleo ni riqueza a nivel local.

Paralelamente, el PCCh propone también la construcción de una red de comunicación con cámaras de vigilancia y tecnologías de control social, como el reconocimiento facial para facilitar al gobierno de turno su control absoluto sobre la población. Huelga decir que todos los datos que esa red capta se envían a China.

Por supuesto, el control de esa infraestructura queda en manos de Beijing, por lo que, los que en realidad han ‘ganado-ganado’ son, por un lado, el PCCh, que tiene una base de operaciones logísticas y el control del flujo de los bienes y materias primas del país además de todos los datos de la red de telecomunicaciones.

Por otro lado, el régimen autoritario o las élites del país en cuestión, a quienes les llueve del cielo la más avanzada tecnología de control y vigilancia de la población que servirán para perpetuarse en el poder indefinidamente o, en el peor de los casos, como instrumento de represión de su población.

Los derechos humanos, la libertad de expresión, la libertad religiosa, la democracia o el cuidado del medio ambiente, no es que no se tengan en cuenta, es que desaparecen por completo de la escena.

Mientras tanto el PCCh incrusta su ideología y sus ciudadanos en el corazón de la nación y las ‘palancas’ – gigantesca deuda, potencial para el chantaje, vigilancia de datos – le aseguran la obediencia del país en el futuro.

Un negocio redondo, para el régimen comunista de Pekín, claro…

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