La decisión de las Naciones Unidas (ONU) de despedir a un denunciante de la Comisión de Derechos Humanos es un acontecimiento chocante que plantea una pregunta cada vez más seria al presidente Biden y a otros líderes del mundo libre: ¿se ha apoderado la China comunista del organismo mundial que, al menos aparentemente, se fundó sobre los ideales de libertad de Estados Unidos?
Según la denunciante, Emma Reilly, que fue despedida hoy por la ONU, incluso el secretario general, Antonio Guterres, le reconoció abiertamente que los que mandan en Pekín son los verdaderos jefes del organismo mundial, no él. El gobierno de Biden tampoco ayudó cuando esta crisis llegó a un punto crítico.
“Fundamentalmente, toda la historia tiene que ver con el incumplimiento de las normas de la ONU por parte de China”, me dijo la Sra. Reilly tras ser informada de que su trabajo en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU había sido concluido. El despido de hoy culminó una sórdida historia que comenzó cuando la Sra. Reilly, abogada irlandesa de derechos humanos, alertó a sus jefes de que funcionarios de la ONU entregaron al régimen comunista de Pekín nombres de disidentes chinos que planeaban asistir a una sesión en Ginebra.
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Los disidentes fueron encarcelados sumariamente y torturados. Los miembros de sus familias fueron acosados. En uno de los casos, una persona murió. Esa historia de horror debería hacer sonar todas las alarmas en un organismo que pretende ser el máximo árbitro mundial de los derechos humanos. En lugar de ello, los burócratas del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) fueron a por la Sra. Reilly por sacar a la luz el escándalo, acusándola de tener contactos no autorizados con la prensa.
Mientras los periódicos del mundo contaban todo esto, la Sra. Reilly luchó contra sus jefes en Ginebra y más allá. El año pasado envió un correo electrónico a Guterres, rogándole que interviniera. El intercambio, me dijo la Sra. Reilly, fue agradable y cordial.
Luego, añadió, Guterres que “lo iba a comprobar y ver que podía hacer” y que los “responsables” lo estudiarían. Entonces, ¿quién está a cargo? “Exactamente, a quién está consultando el secretario general sobre un simple asunto de traslado de un único denunciante de menor rango?” preguntó la Sra. Reilly mientras conversaba conmigo.
La burocracia de la ONU tiene un sistema destinado a proteger a los denunciantes, pero en este caso se inclinó por proteger a Pekín. El portavoz de Guterres, Stéphane Dujarric, insistió en que la Sra. Reilly no fue designada como denunciante. Sin embargo, en un informe interno de julio de 2020, el director de la oficina de ética de ACNUR, Helmut Buss, escribió que, como denunciante, la Sra. Reilly debería estar “protegida de cualquier acción personal adversa”.
A pesar de que el sistema la persiguió, y de que sus colegas le dieron la espalda y difundieron historias maliciosas sobre ella, la Sra. Reilly se mantuvo firme. Resultó que el despido era solo una cuestión de tiempo.
“No soy valiente”, tuiteó hoy la Sra. Reilly. “Literalmente era mi trabajo informar sobre la puesta en peligro deliberada de activistas de derechos humanos.
@Dolkun_Isa, que habla por los uigures a pesar de la inmensa pérdida personal, es valiente.
@Genghe1, que exige respuestas sobre su marido, es valiente. @UN entregó sus nombres a #Pekín”.
La Sra. Reilly se enteró de la traición de la ONU a los disidentes chinos poco después de unirse al Consejo de Derechos Humanos con sede en Ginebra en 2012. “Cuando lo informé por primera vez en 2013, la gente se sorprendió”, dijo, refiriéndose a sus colegas de Ginebra. “Ahora se trata de ‘mantener su salario y estar tranquilo'”.
La Carta de la ONU comienza con “Nosotros los pueblos”, una línea que se hace eco del preámbulo de la Constitución de Estados Unidos y que indica aspiraciones compartidas. Nueva York alberga la sede de la organización y los contribuyentes estadounidenses financian muchas más operaciones que cualquier otro país.
Sin embargo, Pekín ahora financia proyectos favoritos y sus funcionarios ocupan puestos clave en agencias especializadas. El creciente poder de la China comunista dentro de la burocracia del Organismo Mundial es cada vez más evidente. Con él, la ética del régimen opresivo domina cada vez más a Turtle Bay.
En otras palabras, los funcionarios de Pekín son los verdaderos “responsables”.
Durante el verano, una senadora republicana de Tennessee, Marsha Blackburn, planteó los problemas que rodean al caso de Reilly y la creciente influencia de China. Sin embargo, la Sra. Reilly me dice que “no recibió ninguna ayuda” del Departamento de Estado o del equipo estadounidense en Turtle Bay. Un portavoz de la Misión de Estados Unidos ante la ONU no devolvió ningún correo electrónico al cierre de esta edición.
El Sr. Dujarric me dijo que “todos los miembros del personal están obligados a cumplir con los reglamentos y reglas del personal y hemos seguido exhaustivamente todos los procedimientos apropiados para manejar las quejas presentadas por la Sra. Reilly”. La ONU, agregó su portavoz, tiene un “marco sólido para protegerse de las represalias”. También dijo que la práctica de la ONU de transferir nombres a los gobiernos terminó en 2016 y negó que los disidentes sufrieran daños después de que sus nombres fueran revelados a las autoridades de Pekín.
Sin embargo, la Sra. Reilly, ya escuchó suficiente. Si la ONU puede volver a los fundamentos de su Carta, dice, tal vez pueda volver a creer en ella. Sin embargo, “no veo cómo podemos llegar allí desde aquí. Tenemos que empezar de cero”.
Este artículo fue publicado originalmente en The Sun el 10 de noviembre de 2021.
Autor: Benny Avni.