Cuando las tropas estadounidenses se retiraron de Afganistán en el verano de 2021, el país volvió a caer en manos de los talibanes. Este acontecimiento recordó al mundo que los movimientos terroristas globales siguen vivos y coleando. Sin embargo, son menos conocidos los estrechos vínculos históricos y la relación mutuamente beneficiosa entre el terrorismo y el comunismo.
A primera vista, puede parecer descabellado sugerir que existe una relación directa entre el comunismo y el Islam radical. Después de todo, el comunismo es ateo, mientras que los musulmanes creen en Alá. Dicho esto, la teoría y los métodos del extremismo islámico moderno tienen mucho en común con los del marxismo-leninismo, y existen profundas conexiones históricas entre ambos movimientos.
El primer uso registrado de las palabras “terrorismo” y “terrorista” fue en el año 1795, que describe el ‘Reinado del Terror’ durante la Revolución Francesa. Los regímenes comunistas tienen una larga historia de recurrir al terror para tomar y mantener el poder, con ejemplos famosos que van desde la Gran Purga de Joseph Stalin y la Gran Revolución Cultural de Mao Zedong hasta el genocidio de Camboya bajo los ‘Jemeres Rojos’. Esta tendencia continuó hasta nuestros días.
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Por el contrario, la influencia del comunismo en los movimientos terroristas globales se remonta directamente a los orígenes del extremismo islámico moderno a mediados del siglo XX.
Las raíces comunistas del terrorismo
Muchos ciudadanos están familiarizados con los nombres de Osama Bin Laden y su grupo militante Al-Qaeda debido a su papel en los ataques del 11 de septiembre. Aunque los actos de extremismo islámico de las últimas décadas acapararon la atención mundial, los escritos del siglo XX de Sayyid Qutb ([ˈkuːtəb]) son relativamente menos conocidos. Sayyid Qutb fue el pionero de lo que hoy se conoce como Islam radical. Fue el enlace egipcio de la Hermandad Musulmana Egipcia con la Internacional Comunista y el partido comunista de Egipto.
Llamado “el Karl Marx” del Islam radical, los escritos de Qutb sirven de base filosófica del extremismo islámico moderno. Su defensa de la violencia, la opresión y la revolución se inspiró directamente en el marxismo-leninismo.
La idea clave de Qutb fue la búsqueda de la violencia para destruir la vieja sociedad dominada por “jahiliyyah” [jahei’leeya]. Jahiliyyah significa “la era de la ignorancia”, refiriéndose al período de tiempo antes del advenimiento del Islam. Según la teoría de Qutb, la antigua sociedad de jahiliyyah se impuso a la gente, robándoles su libertad. Hizo un llamamiento a los musulmanes para que entreguen sus vidas en la lucha contra la jahiliyyah.
Los escritos de Sayyid Qutb influyeron en muchos árabes, incluido Abdullah Azzam, cofundador de al-Qaeda. Hay un dicho entre los partidarios del Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés): “El Estado Islámico fue redactado por Sayyid Qutb, enseñado por Abdullah Azzam, y globalizado por Osama bin Laden”.
Esta idea de utilizar la violencia para destruir la vieja sociedad refleja la idea marxista de la lucha de clases.
Las teorías del comunismo sobre la lucha de clases y la revolución violenta sostienen que la sociedad se caracteriza por la opresión perpetua de una clase sobre otra. Para derrocar a las clases dominantes y liberar a la humanidad, el terror se considera una herramienta necesaria. Mientras tanto, Qutb dijo que aquellos esclavizados por la vieja sociedad de jahiliyyah, al igual que la gente de clase trabajadora mencionada en el marxismo, están destinados a derrocar la opresión de la vieja sociedad. Abogó por la yihad, la palabra árabe para lucha, como el medio para lograr la liberación de toda la humanidad.
Como dijo Glenn Robinson, profesor de la Escuela de Posgrado Naval en California: “El yihadismo moderno es distintivamente leninista”. El periodista Chuck Morse también señaló: “El verdadero enemigo al que se enfrenta el mundo libre sigue siendo el comunismo. El islamismo radical no es más que el comunismo envuelto en las vestimentas tradicionales del Islam”.
El apoyo de los comunistas chinos al terrorismo islámico
Antes de reconquistar Afganistán en agosto de 2021, los talibanes gobernaron el país de 1996 a 2001. Según un informe de las Naciones Unidas (ONU), los talibanes llevaron a cabo “15 masacres” durante esta administración anterior. En 1998, la ONU acusó a los talibanes de negar alimentos de emergencia a 160.000 personas hambrientas “por razones políticas y militares”. En octubre de 2021, al menos 14 de los 33 ministros de la nueva administración de los talibanes fueron designados como terroristas bajo el Comité de Sanciones de 1988 del Consejo de Seguridad de la ONU.
En agosto de 2021, pocos días después de la caída de Kabul ante los talibanes, Pekín inició una campaña de blanqueo de este grupo terrorista designado por la ONU. El portavoz del Partido Comunista Chino (PCCh), la Televisión Central de China transmitió un video titulado “¿Qué son exactamente los talibanes?”. Presentaba a los talibanes como un grupo anticorrupción apoyado por afganos pobres. Ni una sola palabra mencionó los crímenes de los talibanes contra la gente en Afganistán o en otras partes del mundo.
De manera similar, la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Hua Chunying, evitó responder una pregunta en una conferencia de prensa sobre si China reconocería al régimen talibán. Sugirió que los talibanes deberían ser tratados no solo sobre la base de “lo que sucedió en el pasado”, sino también sobre la base de “lo que está sucediendo ahora”. Añadió que los miembros del Talibán hoy son “más sobrios y racionales” que durante su última administración. En el momento de sus conversaciones, los medios de comunicación y las redes sociales ya estaban publicando imágenes de video de militantes talibanes sacando a personas de sus hogares, ejecutándolas y ahorcándolas en las calles mientras miles de afganos huían del país.
Este apoyo a los talibanes no es un fenómeno aislado: la historia de China de apoyo al Islam radical se remonta a décadas.
Por ejemplo, en 1998, después de que Estados Unidos atacara a Al Qaeda con misiles de crucero, el régimen chino supuestamente pagó a Osama bin Laden 10 millones de dólares por misiles sin detonar, presumiblemente para realizar ingeniería inversa en la tecnología. La agencia de noticias oficial del estado iraní informó en diciembre de 1998 que los talibanes concluyeron un acuerdo de cooperación en materia de defensa con Pekín.
Según un artículo del Washington Post, el 11 de septiembre de 2001, sí, la fecha es correcta, China “firmó un memorando de entendimiento para una mayor cooperación económica y técnica” con los talibanes. Según un diplomático occidental, en ese momento, China tenía “la relación más estrecha con el régimen aislado de Kabul de cualquier país no musulmán”. Días después de los ataques del 11 de septiembre, funcionarios de inteligencia estadounidenses revelaron que dos empresas de telecomunicaciones chinas -ZTE y Huawei- ayudaron a la milicia talibán a instalar un sistema telefónico en la capital de Afganistán, Kabul. ZTE y Huawei estuvieron en la cima de las listas de sanciones como amenazas a la seguridad nacional tanto durante la administración Trump como la administración Biden. La BBC y otras fuentes informaron que, incluso después de los ataques del 11 de septiembre, Pekín siguió suministrando a los talibanes misiles tierra-aire, armas antiaéreas, minas terrestres, granadas propulsadas por cohetes, piezas para bombas en las carreteras, rifles de francotirador de gran calibre, y millones de rondas de municiones. Algunas de estas armas fueron enviadas a los talibanes directamente desde las fábricas de China.
En el libro en chino Unrestricted Warfare, publicado en 1999, dos oficiales militares chinos discuten varios ataques hipotéticos contra EE. UU., y mencionan tanto el World Trade Center en Nueva York como Osama bin Laden: “Ya sean intrusiones de piratas informáticos, una explosión en el World Trade Center, o un ataque con bomba de Bin Laden, todos estos exceden en gran medida los anchos de banda de frecuencia comprendidos por el ejército estadounidense”.
¡Qué coincidencia entre la discusión del PCCh sobre “ataques hipotéticos” y la acción real dos años después!
China se alinea con los extremistas islámicos en su antiamericanismo
En un artículo publicado en noviembre de 2001, el Daily Telegraph informó de que “la maquinaria de propaganda estatal china sacó provecho de los ataques terroristas en Nueva York y Washington, produciendo libros, películas y videojuegos que glorifican los ataques como un golpe de humildad contra una nación arrogante”. El artículo continuó informando: “Funcionarios del Partido Comunista Chino dicen que el presidente Jiang Zemin vio y volvió a ver obsesivamente las imágenes del avión que se estrelló contra el World Trade Centre”.
Tras los devastadores atentados de Al Qaeda contra Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001, los foros de Internet y las salas de chat en línea de China se llenaron de comentarios alegres:“¡Buen trabajo!” y “Apoyamos firmemente los actos de justicia contra Estados Unidos”. Según una encuesta realizada a más de 90.000 personas en el portal web chino NetEase, sólo el 17,8 por ciento de los encuestados expresó una fuerte oposición a los atentados. Mientras tanto, la mayoría de los encuestados vio los ataques del 11 de septiembre de forma positiva y los consideró un desafío a la hegemonía de Estados Unidos, expresando la opinión de que “lo mejor está por venir”. Este abrumador sentimiento pro-Al-Qaeda y antiestadounidense entre la población china subraya una peligrosa amistad entre los comunistas chinos y los regímenes islámicos radicales.
Ahora, tras la reconquista de Afganistán por los talibanes, Pekín se comprometió con Kabul en la construcción de la autopista Peshawar-Kabul, que conectaría Pakistán con Afganistán. Esta autopista proyectada convierte a Kabul en un participante del enorme plan de infraestructuras e inversiones de China, la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Pekín también está construyendo una gran carretera a través del Corredor de Wakhan, que conecta la provincia occidental china de Xinjiang con Afganistán y, a continuación, con Asia Central. A cambio de las inversiones chinas en la región, Kabul mantuvo la boca cerrada sobre el maltrato de China a los musulmanes, entre los que se encuentran los militantes uigures que mantienen estrechos vínculos con los talibanes. Pekín prometió proporcionar otros 31 millones de dólares en alimentos y suministros al régimen talibán.
La atención internacional sobre el terrorismo ayuda a China a mantenerse fuera de los focos
La China comunista no sólo mantiene relaciones amistosas con los talibanes y Al Qaeda, sino que ha mantenido una relación de camaradería a largo plazo con otros países terroristas, como Palestina, el Irak de Saddam Hussein, Siria, Sudán, Irán y Corea del Norte, por nombrar algunos. El apoyo de Pekín a estos estados fueron armas, venta de tecnología militar, formación de personal, proyectos de infraestructura, ayuda financiera y la obstrucción de las sanciones de la ONU. El apoyo del PCCh a estos regímenes terroristas no fue gratuito.
Los atentados terroristas del 11 de septiembre contra Estados Unidos y la consiguiente Guerra contra el Terrorismo beneficiaron profundamente a China. Durante más de una década, Estados Unidos centró sus recursos diplomáticos, militares y de inteligencia en Oriente Medio. Mientras tanto, la China comunista creció y prosperó en silencio, siguiendo la estrategia de Deng Xiaoping de “ocultar sus capacidades y esperar su momento”.
Apenas un mes después de los atentados del 11 de septiembre, el entonces presidente estadounidense, George W. Bush, anunció el establecimiento de una relación de cooperación con China. Esto supuso una reversión de la descripción anterior de Bush sobre China como un enemigo potencial y “competidor estratégico” mientras estaba en su campaña presidencial del 2000, justo un año antes.
Irónicamente, en su lucha contra el terrorismo, Estados Unidos se asoció con el mayor Estado terrorista del mundo.
El año 2001 fue el tercero de la campaña despiadada de Pekín, que ya dura décadas, para eliminar a Falun Gong, un grupo de meditación pacífica que se hizo popular en China durante la década de 1990. Cuando Estados Unidos se desvió por su respuesta a los atentados terroristas de 2001, la cuestión de los derechos humanos en China se dejó de lado. Durante este periodo, los crímenes masivos de Pekín contra la humanidad recibieron una atención mínima por parte de Occidente. De hecho, Pekín llegó a calificar de “período de oportunidad estratégica” los años en los que Estados Unidos no podía permitirse centrar su atención en China.
El ascenso económico y militar de China en las dos últimas décadas tiene mucho que ver con el terrorismo mundial. El comunismo y el terrorismo trabajaron juntos para hacer del mundo un lugar más peligroso. Para ganar de verdad la guerra contra el terror, es vital comprender en profundidad los libros de jugadas del comunismo y del terrorismo, teniendo en cuenta que hay una causa raíz común.
Este artículo fue publicado en China Scope el 24 de diciembre de 2021.