Bicicletas contra tanques: El trágico simbolismo de este memorial de la masacre de Tiananmen erigido por estudiantes polacos el 5 de junio de 1989
Tal día como hoy, 4 de junio, China vivió una tragedia, una auténtica masacre. Los estudiantes confiaban en las promesas de diálogo que algunos líderes del Partido, como Zhao Ziyang, les hicieron durante los meses de abril y mayo de 1989, todo ello a pesar de que Deng Xiaoping amenazara con que todo acabaría en un baño de sangre el 25 de abril de ese año.
El pasado mes se celebró en Taipéi una conferencia académica que conmemoraba la tragedia y que congregó a diversos testigos de la masacre. El clima reciente de “un país, un sistema y medio” de Hong Kong propició que la conferencia tuviera que llevarse a cabo en Taiwán. Hong Kong se enfrenta a una nueva ley de extradición que podría trasladar a los presos de la excolonia a la China continental, y ello ha creado, junto con otros incidentes, una atmósfera de mayor incertidumbre.
La mayoría de los muertos de aquella masacre, entre cientos y miles, tuvieron lugar fuera de la plaza, aunque todavía hoy se desconoce la cifra real de víctimas. El Ejército Popular de Liberación (ELP) abrió fuego en primer lugar contra los manifestantes la noche del 3 al 4 de junio. Este ataque indiscriminado contra estudiantes desarmados hizo que el público montara barricadas acto seguido y tratara de defenderse de los ataques del ELP.
Deng Xiaoping fue directamente responsable de la decisión del uso de la fuerza, decisión a la que se opuso el padre del actual líder Xi Jinping. Fruto de esa orden, quienes fueron partidarios del uso de la fuerza fueron ascendidos en la escala de poder. Este fue el caso de Jiang Zemin.
En 1997, viendo morir a su principal valedor Deng Xiaoping y, consumido por el miedo a perder el poder y la envidia al fundador de Falun Gong por la popularidad creciente de esta práctica espiritual entre líderes del Partido y ciudadanos comunes, Jiang Zemin decidió el 25 de abril de 1999 (exactamente 10 años después de las declaraciones de Deng) iniciar una nueva represión contra ciudadanos desarmados: los practicantes de Falun Gong.
Dicha persecución a Falun Gong sigue vigente junto con la represión a otros grupos, como tibetanos, uigures, cristianos de la Iglesia clandestina, abogados, activistas prodemocracia y otros colectivos. La represión a Falun Gong ha sido quizás la más sofisticada y sistemática, incluyendo la extirpación forzada de órganos. Dicha práctica de “canibalismo quirúrgico”, como declaran algunos, se ha circunscrito mayoritariamente a los practicantes de Falun Gong, aunque no exclusivamente.
El robo de propiedad intelectual, la transferencia forzada de tecnología, la contaminación del medio ambiente o el denominado sistema de crédito social también han preocupado a muchos líderes, que ven en el régimen como una amenaza para el mundo libre. Los trucos de geoestrategia, como la iniciativa de “la Franja y la Ruta” y la incursión en el Mar Meridional de China para desplazar a Estados Unidos como primera potencia en Asia y el resto del mundo también preocupan.
Recientemente, compañías telefónicas como Huawei se enfrentan a un serio varapalo en sus ventas y expansión en Occidente tras confirmarse los vetos de algunos gobiernos y empresas. Cualquier empresa china, como ZTE, Xiaomi o Huawei, quedaría atada de pies y manos ante cualquier solicitud de transferencia de sus datos emitida por el régimen dictatorial del cual dependen.
La economía china ha entrado en recesión desde hace unos años y no muestra tampoco hoy signos de apertura en el campo de los derechos civiles y políticos, lo cual sitúa al Partido Comunista Chino en la cresta de una ola que podría romperse en los próximos años. El destino de China, el “país del centro”, debe ser hoy más que nunca el centro de nuestras miradas. Lo que allí ocurra tendrá consecuencias para toda la humanidad.