El PCCh, durante el periodo de Mao, apostó por una China aislada27, con una economía cuasi autárquica y con dominio de las regiones centrales sobre las periféricas a precio de una pobreza generalizada. Con el objeto de mantener el control sobre el país no era aconsejable continuar la misma política, por eso Deng Xiaoping abrió China al comercio mundial aunque a través un sistema político que autorizaba o denegaba toda iniciativa económica. Inicialmente, el Gobierno chino obligaba a cualquier empresa extranjera a tener un socio local “autorizado” pero, aunque una vez que China accedió a la Organización Mundial del Comercio en 2001 esta obligación pasó a recomendación, ningún inversor extranjero podía hacer negocios sin un socio local con buenos contactos en el Partido Comunista.

El incidente de Tianánmen de 1989, y su condena internacional, aparentemente no implicó cambios sustanciales en el movimiento “reformista” de la economía pero justificó su uso posterior como frente significativo de batalla, imprescindible para dotar de recursos al resto de frentes, mediante una estrategia envolvente de largo recorrido en tres fases.

La primera fase pasaba por convertirse en la “fábrica del mundo”, aprovechando los salarios bajos, el tamaño de la población, su natural disposición trabajadora y diligente y el atractivo de una posición privilegiada para las empresas extranjeras que deslocalizaban su producción en el inmenso mercado chino. Tras el éxito en la deslocalización de la producción, se pasa  a poner el foco en la creación de empresas chinas con productos competitivos. En esta segunda fase, se opera en varias líneas de acción en paralelo. Por un lado se hace crecer a las empresas locales dopadas con dinero público y sin competencia significativa dentro de su mercado interno mientras que se procede a un selectivo espionaje corporativo, robo de patentes e incluso al sabotaje de competidores. Por otro, se lanza la narrativa de “ascenso pacífico”, con el apoyo del Frente Unido y toda la maquinaria del Estado, principalmente como cortina de humo y elemento de distracción. Una vez obtenido para sus empresas el know-how tecnológico y la fortaleza financiera y de recursos suficiente, se inicia la tercera fase pasando a tomar la iniciativa a través de “Franja y la Ruta” y “Made in China 2025” proyectos expansionistas con el objetivo de adelantarse al resto de los competidores tomando posiciones de liderazgo en los mercados internacionales, incluyendo la compra de empresas competidoras extranjeras. En particular “Made in China 2025”, que se abordará en el siguiente frente, pretende enfocar a la industria china a productos de alto valor añadido (digital, nuevos materiales, renovables,…).  

Tal y como resume Ignacio de la Torre28,29,30, socio y economista jefe de Arcano Partners y director de los masters de finanzas del IE, China construyó con éxito su desarrollo económico sobre un modelo mercantilista volcado en las exportaciones. Como resultado de sus enormes excedentes comerciales, y para evitar la apreciación excesiva de su divisa, algo que podía amenazar su poder exportador, China procedió a reinvertir el dinero en bonos de los EEUU, lo que provocó una bajada de tipos de interés de largo plazo, bajada que fue partícipe de la burbuja inmobiliaria en EEUU. 

La crisis de 2007 obligó a China a cambiar el paso. Tras la brutal caída de la demanda occidental, China procede a realizar un “gigantesco esfuerzo keynesiano”, suministrando  grandes sumas a nuevos proyectos de infraestructura y capacidad fabril procurando que las inversiones reemplazaran las exportaciones como motor de la economía. Esto derivó, entre otros, en los desequilibrios pre-COD-19 listados a continuación:

  • Incremento monumental del nivel de endeudamiento (deuda pública y privada), equivalente a más del 300% de su PIB. 
  • La deuda de las empresas chinas supone 1,56 veces el PIB (lo normal se sitúa entre 0,8 y 0,9 veces), una relación “monstruosa” según de la Torre. 
  • Sobreoferta del sector fabril.
  • Sobreoferta del sector inmobiliario: las ventas de casas caen mientras el stock de casas vacías podría suponer hasta un 20% del ‘stock’ total, unos 65 millones de inmuebles.
  • Riesgo sistémico en los bancos asociados a precios de inmuebles en territorio de burbuja, con muy escasos niveles de capitalización. 
  • Riesgo demográfico, la población lleva cinco años cayendo a pesar del levantamiento de la restricción de un niño por familia. 

Por lo anterior, sumando a la deuda de las empresas chinas la deuda de los hogares, la deuda privada china asciende a 2,1 veces el PIB, y la historia nos enseña que cuando la dimensión de la deuda llega a 1,6-1,7 veces suelen producirse crisis bancarias, crisis que redundan en recesiones (Japón en 1989, Tailandia en 1997, EEUU en 2007, España en 2008,…). Además, por la situación inmobiliaria en las principales ciudades chinas, todo parece indicar que se ha gestado la que probablemente sea, según de la Torre, “la mayor burbuja inmobiliaria de la historia financiera”. Otros indicadores ligados con el crecimiento chino, muestran una fuerte caída, como el precio del cobre o del hierro.  

A este respecto Kyle Bass31, socio de Hayman Capital Management LP en EEUU, tiene una opinión similar y añade que las pérdidas del sistema bancario chino podrían ser más de un 400% superior a las que tuvo la banca de EEUU en la crisis sub-prime de 2007. Además, calcula que China tiene tres veces más cantidad de dinero en circulación que EEUU con 4 billones (con 12 ceros) de USD menos de PIB. Según Bass, es el “mayor experimento del sistema bancario en la historia”.   

Sobre estos indicadores, en teoría objetivos, existe la casi certeza de que muchos, como el PIB, son “cocinados” por el Gobierno y, aunque lógicamente se desconoce hasta qué punto, es razonable esperar que la situación sea incluso peor. Adicionalmente, tanto los bancos como las empresas chinas tienen unas políticas contables y de auditorías externas, siendo generosos, más laxas que en Europa o EEUU. Kyle Bass32, entre otros, denuncia  que empresas chinas puedan recibir inversiones de EEUU o empresas de EEUU inversiones de empresas chinas cuando éstas no están obligadas a seguir las misma reglas de transparencia. Como un elemento más de contraste, recientemente (2016) se  prohibió por el Gobierno repatriar beneficios por las filiales chinas de empresas extranjeras y en este año 2020 la prohibición se ha extendido a la deslocalización de cualquier parte de la cadena de suministros fuera del país.

Respecto al contexto de la actividad económica en China, Carlos Javier Frías Sánchez Coronel de Artillería DEM y Doctor en Paz y Seguridad Internacionales27, detalla cómo la mayoría de los grandes empresarios chinos son miembros del Partido Comunista o están íntimamente relacionados con él y cómo los altos cargos del Partido han conseguido hacerse con grandes fortunas gracias a su “asociación” con inversores extranjeros o como compensación por haber elegido a “socios” locales. Otro efecto no deseado de lo anterior es la corrupción del funcionariado siguiendo el “mal ejemplo” de sus jefes. Lamentablemente, los verdaderos emprendedores chinos acaban teniendo que participar en el sistema, sobornando a funcionarios para obtener las autorizaciones administrativas pertinentes “con el agravante que los funcionarios obtienen su legitimidad de la defensa de una ideología que todos-empresarios y funcionarios- saben que está absolutamente desacreditada y que es inoperante en la realidad actual del país”.     

Por lo anterior, es razonable pensar que en una economía dirigida por el Estado algunas de las decisiones macro pueden deberse a cuestiones no económicas, como por ejemplo de tipo social. El Coronel Carlos Javier Frías resalta27, entre otras, las tensiones entre periferia y centro y el crecimiento económico como estabilizador social. La necesidad de garantizar el comercio con clientes y proveedores implica el uso de las vías marítimas, un incremento de ingresos en las regiones periféricas y un trasvase de parte de éstos a las regiones centrales. Una disminución en el crecimiento económico implicaría el descontento de las regiones periféricas ante el trasvase de recursos hacia el interior y el posible descontento popular con el régimen. Por otro lado, el rápido crecimiento económico aporta legitimidad al régimen político, al percibir el ciudadano medio que sus condiciones de vida mejoran paulatinamente y, por el contrario, una ralentización del crecimiento chino podría desacreditar el sistema político en su totalidad.

Es posible que el abrupto cambio en 2007 tenga que ver con lo anterior. Por un lado, sustituyendo el modelo basado en exportaciones por uno basado en inversión permitió mantener el crecimiento del PIB  durante la crisis sub-prime, evitando el impacto en el descenso de las exportaciones (que pasó de un 40% a un 20% del PIB) y favoreciendo, por tanto, la estabilidad social. Por otro lado, también sirvió de propaganda interna demostrando que el modelo económico del PCCh era más resiliente que el del resto de potencias en crisis. El problema viene cuando tras este periodo de inversión salvaje, el consumo interior no toma el testigo, tal y como pasa en economías desarrolladas. Una mejora sustancial en la calidad de vida también supondría un riesgo para el Gobierno porque resultaría mucho más complicado que los ciudadanos permitieran el nivel de control social sobre ellos que existe actualmente. 

Ahora bien, según avisó el economista Hyman Minsky28, la deuda puede continuar hasta que cambian los patrones de crecimiento, momento en el cual el mercado duda de la capacidad para poder devolver la deuda, y se gesta una crisis. Por supuesto, desconocemos la situación real pero la apariencia es tan frágil que cualquier problema imprevisto podría hacer tambalear todo el sistema económico e incluso derivar en un colapso del régimen comunista. Steve Bannon, ex Estratega jefe de la Casa Blanca y ex Goldman Sachs,  asemeja la economía de China a un gigantesco esquema Ponzi33. Por lo anterior, las presiones de la Administración Trump sobre los aranceles puede realmente hacerle daño a China, al seguir teniendo las exportaciones una importancia significativa en su economía, y las protestas de Hong Kong puede ser un indicador de la debilidad del régimen en la periferia.  El dilema con Hong Kong es que si el régimen usa la violencia explícita, como en Tiananmén, la sociedad occidental podría imponerle sanciones comerciales que impactarían a sus exportaciones pero si no la usa podría producirse un efecto contagio a otras regiones. De ahí, también, la importancia para “la Franja y la Ruta” de una selección de países con estándares más bajos en lo relativo a los derechos humanos porque cuanto mayor sea su número y su porcentaje en cuanto al total de las exportaciones, mayor libertad para aplicar acciones represivas en el interior si fueran necesarias.  El equilibrio pre-COVID-19 ya era frágil pero la reciente crisis del coronavirus incorpora un elemento de inestabilidad adicional de proporciones e impactos desconocidos.

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