La actual crisis del COVID-19, y lo mostrado anteriormente en este documento, nos permite proponer la siguiente analogía. Un virus43es, en esencia, un agente infeccioso microscópico incapaz de reproducirse fuera de las células de otro organismo al que infecta. Para reproducirse secuestra la fábrica de las células del organismo infectado para producir nuevos virus en lugar de células. El PCCh inicialmente secuestró a la nación china propagando su doctrina, gobierno y culto a él entre la población. Una vez contaminada la población, atrajo masivamente la inversión extranjera hasta convertir a China en la “fábrica del mundo” y, mediante el robo de conocimiento y tecnología, se reprodujo de nuevo en empresas chinas dopadas en un mercado intervenido. En la etapa actual, y a través de los planes de “la Franja y la Ruta” y “Made in China 2025”, las empresas del PCCh, tras adquirir el tamaño y los recursos suficientes, pretenden propagarse más allá de China buscando nuevos organismos a los que infectar. Todo el crecimiento del PCCh a lo largo de su historia ha sido a costa de otros, de forma parasitaria como un virus y con su mismo objetivo último, prevalecer.
También, al igual que el virus, el PCCh no está interesado en la erradicación total de la especie “contagiada” porque se quedaría sin huéspedes y moriría con ellos pero tampoco tiene más interés que su supervivencia, como demuestra la recurrente falta de respeto a los derechos y libertades de la población. De hecho, no vemos exagerado afirmar que los ciudadanos chinos viven en un inmenso campo de concentración con distintos tipos de presos y privilegios en función de lo cercanos que estén a la doctrina de “socialismo de características chinas” del PCCh. No obstante, muchos son conscientes de esta situación como demuestran las palabras del doctor Li Wenliang, uno de los primeros en alertar de la nueva enfermedad, reprendido por las autoridades por ello y fallecido oficialmente por coronavirus a los 34 años: “Sabemos que mienten, ellos saben que mienten, saben que sabemos que mienten, sabemos que saben que nosotros sabemos que mienten… y, aun así, mienten“44.
La principal razón por la que el Partido está en guerra encubierta es porque es consciente de que lo que le define está enfrentado con los valores y tradiciones que han hecho a las civilizaciones progresar a lo largo de la historia. Eso le ha obligado a actuar de forma cautelosa y parte de su éxito se ha debido a la capacidad para poder planificar a largo plazo, algo impensable para gobiernos que tienen que presentarse a elecciones democráticas cada tres o cuatro años. No obstante, resulta sorprendente que la sociedad occidental haya permanecido pasiva durante tanto tiempo, creyendo en la idea del “ascenso pacífico” cuando había tantas pruebas de lo contrario. Esta “ceguera” recuerda a la vivida por los mercados financieros en crisis como la subprime de 2007 en EEUU o la de España en 2008, con indicadores muy evidentes que pasaron inadvertidos para una gran mayoría. Lamentablemente, la palabra que mejor lo explica es “codicia”; en este caso con el apoyo del Frente Unido promoviendo el beneficio individual y comprando el silencio de las élites. Precisamente esta “ceguera” es una muestra de la corrupción moral de occidente, de la que el PCCh se ha aprovechado en su beneficio.
Desde el campo de batalla vemos que el PCCh ha tomado posiciones relevantes en todos los frentes y muestra una gran fortaleza en la escena mundial, con movimientos ofensivos en tecnologías 5G dentro del “Made in China 2025”, en proyectos de infraestructuras relacionados con “la Franja y la Ruta” y en el control de la narrativa de organismos e instituciones internacionales que le permiten mantener todavía cierta legitimidad. A pesar de este importante avance, también hay claras señales de debilitamiento en el frente económico, especialmente en lo relativo a la deuda del sector bancario, y en el frente político, primero por lo que la brutal campaña anti-corrupción implica sobre el estado real del Partido y segundo por las protestas en Hong Kong, lo suficientemente serias como para que el régimen tenga planes ciertos de eliminar el modelo “un país, dos sistemas”, tal y como sugiere la reciente “Ley de Seguridad Nacional” aprobada por la Asamblea Nacional Popular de China52 el pasado 28 de mayo de 2020. Por otro lado, el gran plan del PCCh 1949-2049 consistente en (1) sometimiento de la población local, (2) conversión del país en la fábrica del mundo, (3) creación mediante cualquier medio de empresas nacionales potentes, (4) líder mundial en productos de alto valor añadido y (5) líder hegemónico mundial a través del control del suministro de la mayoría de productos esenciales, tiene una enorme contradicción interna que hace muy difícil que tenga éxito. Para tener el poder hegemónico, para prevalecer, necesita de la colaboración del resto del mundo, de su aprobación tácita, y es, de hecho, ahí donde radica la principal diferencia entre el comportamiento del virus y el PCCh; con el paso del tiempo, las mutaciones de un virus que acaban prevaleciendo son las menos nocivas porque permiten alojarse en el organismo huésped inadvertidamente y ese, precisamente, no es el caso del Partido Comunista. El PCCh no pretende mutar a versiones de menor carga vírica, sino mantenerse inalterado, propagarse y someter a los organismos infectados. Por eso, es un riesgo para él cuando el huésped descubre que está enfermo porque lo normal es que intente curarse de algún modo y de ahí la importancia de la promoción de la cultura y valores que el régimen comunista ha estado fomentando incrementalmente, e incluso en los últimos años de forma casi agresiva. Cuando más parecidos sean los cuerpos contagiados al virus, más difícil será que se den cuenta que están infectados.
Lo anterior tiene implicaciones en clave interna y externa. Desde la perspectiva externa, y apoyado por su polémica gestión de la crisis del COVID-19, EEUU, Australia y la UE, entre otros, están reconsiderando seriamente sus marcos de relación con el gobierno chino. Parte de los huéspedes más importantes están despertando e iniciando planes de desconexión progresiva. De hecho, a pesar que en “la Franja y la Ruta” se anticipa esta posibilidad al poner el foco en países-huéspedes “débiles” financieramente y menos exigentes en cuanto al respeto de los derechos humanos, todavía no se ha conseguido una diversificación suficiente como para que la reducción drástica del comercio con EEUU o con la UE no implique un duro impacto a su economía. Con el otro plan expansionista, “Made in China 2025”, se busca, apoyándose en el actual tamaño y recursos de sus empresas, la progresiva independencia sobre los países más industrializados respecto a importaciones, propiedad intelectual y know-how tecnológico hasta alcanzar una posición de liderazgo. Desde nuestro punto de vista, el verdadero éxito del crecimiento chino ha sido la combinación de la eficiente “organización del esfuerzo colectivo” del “socialismo de características chinas” con la innovación y competitividad generada en los mercados libres, de la que se han beneficiado repetidamente con engaños, sobornos y robos coordinados de forma institucional. Eliminando la variable que aporta el mercado libre, volveríamos a un escenario de tipo soviético con su final ya conocido. En el fondo, la esperanza del PCCh descansa en un dogma ideológico y no en capacidades objetivas, que el propio régimen y su sistema no fomenta de forma natural. En conclusión, los dos planes expansionistas chinos todavía no serían capaces de equilibrar del todo las pérdidas que, para su economía, implicaría una desconexión comercial y diplomática con principales economías del planeta, como EEUU o la UE. Esta situación llegaría demasiado pronto y con un sistema bancario muy debilitado.
En clave interna, el crecimiento económico deriva en el incremento de las rentas familiares y pretender aumentar la clase media y el nivel de vida de la población, tal y como afirma el “pensamiento de Xi”, mientras se limita las libertades individuales a través de un férreo control estatal resulta una contradicción sin respuesta. Si además el principal método para controlar ese incremento de rentas es drenar parte de esa riqueza a las clases dirigentes, se fomenta inevitablemente la corrupción institucional, situación confirmada por la purga organizada por Xi y el descontento y la desafección de la población con el régimen como las manifestaciones en Hong Kong explicitan.
Realmente es muy posible que el coste de haber llegado hasta aquí, segunda economía mundial y líder mundial en capacidad de fabricación, pueda haber sido a expensas de tremendas tensiones y serios problemas estructurales, tanto internos como externos. El inmunólogo y Premio Nobel de Medicina Peter B. Mendawar, definía al virus como “un trozo de ácido nucleico rodeado de malas noticias” y si algo ha mostrado al mundo la crisis del COVID-19, ha sido la imagen de un gobierno hermético, insolidario, que no da apenas información al exterior y con un mercado interno colapsado y fuera de control por la demanda mundial, que aplica hacia las empresas u organizaciones internacionales prácticas cercanas a la piratería sin el mínimo cumplimiento de las normas de calidad de los productos demandados. Es evidente que esta situación, con gran parte de la producción de equipamiento y material sanitario ubicada en China, podría haber significado un refuerzo a su estrategia global, una oportunidad para reivindicarse como un país de referencia que apoya al resto de naciones proveyendo diligente el material necesario. La oportunidad perdida no deja de ser otra muestra de la magnitud del problema interno.
La naturaleza nos enseña que, para sobrevivir, el virus debe disminuir su carga vírica o de lo contrario lo que le espera es su extinción. El periodo de Xi, la tercera etapa del “Maratón de los 100 años”, nos ha llevado a un punto en que los huéspedes locales (la población china, Hong Kong) y, en mayor medida, los huéspedes en el exterior (las principales economías mundiales) han detectado su enfermedad pero, en lugar de decidir bajar la carga vírica, el PCCh ha decidido no mutar y atenerse a su hoja de ruta con posiciones diplomáticas todavía más radicales que en la etapa previa. Las tensiones aquí descritas podrían haber llegado a un punto de no retorno y la extinción, el colapso del régimen comunista, podría estar cerca porque, en realidad, su modelo va en contra de la ley natural.
No obstante, e independientemente de lo acertado de la predicción, el resto del mundo necesita posicionarse respecto al PCCh y lo insolidario de su plan maestro a 2049. Las proporciones e impacto de la pandemia del coronavirus COVID-19 revelan el verdadero alcance de la otra enfermedad, que es la relación comercial y diplomática con el régimen. Retomando lo aprendido en esta pandemia, ¿qué se está haciendo en la gran mayoría de los países para protegerse del coronavirus? Confinamiento para evitar contagios asumiendo un impacto en la economía y tratamiento en hospitales para los enfermos graves. Proponemos actuar con el PCCh exactamente de la misma manera: aislamiento, ruptura de las relaciones comerciales y diplomáticas a pesar del impacto que pueda tener en nuestra economía a corto plazo y apoyo internacional coordinado para los más damnificados. Por supuesto no siempre será posible una desconexión brusca, pero un proceso gradual, con un plan analizado e iniciado a la mayor brevedad, es el mínimo imprescindible. De nosotros depende.