Subversión cultural

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Las guerras ya no se disputan en trincheras, con tanques o incluso con armas nucleares. Las guerras en la era de la información y la tecnología las gana aquel que es capaz de imponer su narrativa, su relato y que logra convencer a las masas de su particular versión de la realidad.

En el control de la narrativa el Partido Comunista Chino (PCCh) tiene 70 años de experiencia. Desde su ascenso al poder en China en 1949, el PCCh destruyó por completo la cultura china tradicional con el objetivo de imponer una nueva cultura, diseñada para perpetuarse en el poder indefinidamente y suprimir cualquier disensión: la Cultura del Partido.

La Revolución Cultural, Los Cuatro Viejos o el Gran Salto Adelante, fueron iniciativas que despojaron al pueblo chino de los referentes culturales e incluso de los medios de producción tradicionales de su milenaria civilización y se le adoctrinó con una historia inventada en la que el ‘glorioso partido’ era el único referente válido y el régimen comunista la única forma de estado posible.

La teoría comunista se basa en la teoría atea y la lucha de clases. Su ideología es irreconciliable con la ideología capitalista, los valores universales y la libertad. Por lo tanto, desde el punto de vista comunista, no es posible una verdadera situación de “ganar-ganar” (win-win en inglés), o una coexistencia real entre el mundo capitalista y el mundo comunista. La misión del PCCh es reemplazar el mundo “viejo” con el nuevo mundo comunista.

Bajo esta estrategia, el PCCh exporta “cultura comunista” al mundo bajo la denominación de ‘cultura china’ o a de ‘cultura tradicional china’. Sin embargo, estos términos lo que esconden es la cultura del PCCh o una cultura china deformada para encajar en las características comunistas.

“Con una guerra cultural que se desarrolla en el campo de batalla ilimitado en la era de la información, el ejército y las armas tradicionales ya no pueden proporcionar seguridad nacional en el gran nivel estratégico, ni pueden salvaguardar los intereses y la soberanía nacionales. La guerra ahora está más allá del alcance de los militares. Se está convirtiendo, cada vez más, en el trabajo de políticos, filósofos, líderes culturales, científicos e incluso banqueros. Esta es la guerra cultural en la era de la información globalizadora ”, explicó un medio estatal chino en 2009, de acuerdo con China Scope.

Para lograr este objetivo el PCCh ha implementado una ambiciosa estrategia de infiltración en los círculos culturales, académicos, mediáticos e intelectuales de occidente con el objetivo de crear un ‘Nuevo Orden Cultural Internacional’.

Implantación de Institutos Confucio en universidades occidentales, acuerdos económicos con los principales medios de comunicación, creación de clubs sociales para las élites (como el China Club Spain) o la Liga Internacional de Teatros de la Ruta de la Seda son algunas de las acciones emprendidas y milimétricamente diseñadas y controladas desde Beijing a través de un órgano del partido dedicado en exclusiva a la subversión cultural en occidente usando el poder blando: El Frente Unido (The United Front).

El objetivo es tejer una intricada e invisible red clientelar de personas e instituciones que sientan simpatía por el régimen de Beijing o que dependan de alguna manera de él. Una vez esa red es lo bastante densa, serán los propios occidentales los que apliquen la censura del PCCh sobre los temas incómodos para el régimen: la represión en Tibet y Xinjiang, la persecución de dos décadas a la práctica espiritual Falun Gong (también conocido como Falun Dafa) o el constante acoso a la República de China (Taiwan) que el PCCh considera como parte de su territorio.

Mientras tanto, en medios de comunicación occidentales, universidades, incluso en el cine de Hollywood, se blanquea la imagen del régimen comunista de Beijing y se normalizan las relaciones con el PCCh como si fuera una democracia más, dulcificando la imagen de la que, probablemente, es la dictadura más férrea y asesina de la historia de la humanidad.

Lo que cada vez está más claro es que el PCCh no tiene intención de jugar según las reglas de juego de los países democráticos, más bien lo que está haciendo es ganar silenciosamente influencia, peso económico, estratégico y militar para acabar imponiendo a occidente sus reglas del juego, que básicamente consisten en que no hay más ley que la que le interese al partido en cada momento.

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