El compromiso climático leninista de China

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Cualquiera que sea la forma en que otros nos golpeen, nosotros devolveremos el golpe y los derrotaremos con movimientos sorpresivos”, dijo el líder de China, Xi Jinping, en agosto de 2013 en una conferencia sobre propaganda e ideología nacional, un año después de convertirse en secretario general del Partido Comunista Chino.

“No podemos mantener el panorama estratégico más amplio debido a la rigidez táctica. Esto significa que ‘incluso aun teniendo razón, podríamos no utilizarlo a veces; a la vez que, si alguna vez estamos equivocados, deberíamos seguir adelante'”.

Los comentarios de Xi no habrían sorprendido a Ronald Reagan, quien dijo de los líderes soviéticos que la única moralidad que reconocía está recogido en “lo que promoverá su causa, lo que significa que se reservan el derecho a cometer cualquier crimen, a mentir, a engañar”.

Escribiendo en el London Times el mes pasado, Edward Lucas observó que mientras que el comunismo en si está muerto, esas mismas doctrinas leninistas de guerra política para ganar y ejercer el poder, lo que se conoció como “medidas activas”, siguen vivas en el Partido Comunista Chino.

La semana pasada, Lord Chris Patten, el último gobernador británico en Hong Kong, nos recordó lo mal que los observadores de China habían recibido su evaluación sobre el liderazgo de Pekín. Los comunistas chinos pueden ser dictadores matones, dijeron estos expertos, pero eran hombres de palabra y se podía confiar en ellos para hacer lo que prometieron.

Patten rompe ese mito, citando cuatro escalofriantes ejemplos acerca de la doble cara del Partido Comunista Chino:

  1. Su negación de la existencia de unos 380 campos de internamiento para encarcelar a más de 1 millón de uigures musulmanes.
  2. Su violación de las normas de la Organización Mundial de la Salud al no notificarles en las 24 horas siguientes a la pandemia de COVID-19.
  3. Xi está rompiendo su palabra al presidente Obama después de decirle que se abstendría de militarizar las Islas Spratly en el Mar del Sur de China.
  4. Y Xi está rompiendo la promesa que China hizo a Hong Kong y a la comunidad internacional de que la ciudad disfrutaría de sus libertades hasta el 2047.

“Lo último que el mundo debería hacer es confiar en el Partido Comunista Chino”, concluye Patten.

Sin embargo, eso es exactamente lo que la comunidad internacional quiere hacer en lo referente al cambio climático, tomando al pie de la letra el discurso de Xi en la ONU, en el que dijo que China se propondría alcanzar la “neutralidad del carbono” antes de 2060. No es difícil ver las intenciones de Xi, cinco años después del acuerdo climático de París en la segunda ronda de acuerdos climáticos quinquenales. Los líderes occidentales -con la excepción de Donald Trump- están compitiendo entre sí para hacer promesas climáticas que efectivamente harán caer gran parte de sus economías. Xi quiere ayudarlos. Como señala Lucas, en un tratado de 1920, Lenin acusó a los comunistas de izquierda de sufrir un desorden infantil por centrarse demasiado en la ideología en lugar de agitar para romper las costuras del mundo capitalista.

Los sucesores de Lenin juegan la carta del medio ambiente porque saben que funciona. En 1975, la Unión Soviética utilizó el medio ambiente como una herramienta de propaganda estratégica cuando Leonid Brezhnev lo reclamó como un propósito común que se venía compartiendo entre Oriente y Occidente. Fue un intento transparente de desviar la presión occidental sobre el brutal historial de derechos humanos de la Unión Soviética.

El uso más atrevido de las “medidas activas” medioambientales del Kremlin fue el susto del invierno nuclear de principios de los 80. En un intento de dividir la Alianza Atlántica y ganar la Guerra Fría, la Unión Soviética desplegó misiles nucleares de medio alcance. Occidente respondió con una acumulación de armas nucleares propias. En junio de 1982, la Academia Sueca de Ciencias publicó un documento que predecía un invierno nuclear en todo el hemisferio norte tras un intercambio nuclear.

El periódico fue recogido por la Fundación de la Familia Rockefeller y ampliado por Carl Sagan y muchos científicos americanos. En una conferencia sobre el invierno nuclear celebrado en octubre de 1982 en Washington, se pidió la congelación de las armas nucleares. Los asistentes a la conferencia representaban una lista de grupos progresistas como el Fondo de Defensa del Medio Ambiente, Planificación Familiar, Causa Común y el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales, todos los cuales más tarde se pondrían al frente de las guerras climáticas.

Era obvio, o debería haber sido obvio, qué lado se beneficiaría de una congelación de armas. La conferencia incluso tuvo una conexión vía satélite con el Kremlin, financiada por Tides, otro grupo progresista. Conscientemente o no, los científicos, fundaciones y ONGs actuaron como portavoces del Kremlin en su objetivo de derrotar a Occidente en la Guerra Fría. De hecho, el susto del invierno nuclear había sido inventado por la KGB para causar terror en Occidente y promover la congelación nuclear. Si los científicos, las ONG y las fundaciones detrás del susto nuclear hubieran logrado detener la acumulación de armas de Ronald Reagan, Occidente no podría haber ganado la Guerra Fría sin un solo disparo.

Comparativa de emisiones de CO2 entre Estados Unidos, China y la Unión Europea.

Los políticos occidentales que denuncian al Partido Comunista Chino por su genocidio de los uigures y su ruptura de los compromisos internacionales en Hong Kong quieren hacernos creer que China es, de alguna manera, un ángel en lo referente al cambio climático. La razón de esta suspensión de incredulidad es simple. Si no se cree en la palabra del Partido Comunista Chino, la razón de ser de la acción climática se evapora.

Los herederos de Lenin en Pekín entienden mejor a los líderes occidentales que los líderes occidentales a ellos. El expansionismo de China continuará sin control hasta que Occidente tenga líderes con la claridad moral con la que fue bendecido en los años 80, quienes llamaron al imperio soviético por lo que era. Por el momento, la historia se está moviendo como quiere China.

Autor: Tyler Durden

Este artículo fue originalmente publicado en Zeroedge el 11 de octubre de 2020

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