En paralelo al imparable incremento de precios de la electricidad que estamos experimentando en toda Europa desde hace meses, China está atravesando una situación similar que está provocando cortes de luz generalizados y parón importante en la producción industrial. ¿Están ambos hechos relacionados?, y ¿cómo puede afectar la crisis energética china a España? En este artículo abordaremos ambas cuestiones.
En realidad, la similitud entre el caso europeo y el chino está en la dependencia externa de fuentes de energía fósiles (petróleo, gas natural, carbón, etc.) y en los pasos regulatorios que se están dando para descarbonizar sus economías. El argumento más generalizado entre la opinión pública para justificar el abandono del uso de los combustibles fósiles es disminuir incremento de las emisiones de CO2 en la atmósfera que estos generan y que agravan el efecto del llamado “cambio climático”, con consecuencias terribles a medio y largo plazo según el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC, en inglés) de Naciones Unidas.
En menor medida, también se habla sobre su efecto nocivo en la calidad del aire principalmente en las ciudades (calefacciones, vehículos de combustión, industria cercana, etc.). Dentro del objetivo de este artículo no está el valorar lo certero o no de estas predicciones, aunque es indudable que las emisiones de CO2 afectan a la temperatura global del planeta y que el uso de los combustibles fósiles impacta negativamente en la calidad del aire. Uno de los puntos que queremos resaltar son las otras dos razones que explican este proceso de descarbonización y que en muchos medios se están pasando por alto: la independencia energética del exterior y la eficiencia energética.
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La independencia energética del exterior tiene implicaciones geopolíticas muy importantes. Por ejemplo, en España aproximadamente el 30% de los costes de una empresa manufacturera son debidos a la energía y si esos precios dependen directa o indirectamente de países extranjeros (Rusia, Arabia Saudí, etc.), la marcha de la economía y su competitividad se ve comprometida por causas externas. Es por eso que Europa y China, aunque a diferente velocidad, están fomentando la descarbonización de su economía e invirtiendo en una progresiva independencia energética y geopolítica.
Por otra parte, la eficiencia energética implica un incremento de la competitividad a medio-largo plazo. Pero ¿qué es eficiencia energética? En el sector eléctrico se mide como la cantidad de energía primaria (gas, carbón, viento, sol o lluvia) necesaria para generar 1MWh de energía eléctrica. En el caso de los vehículos, se mide como la cantidad de combustible (litros de gasolina, diésel o kWh de energía eléctrica) para moverlo 1km. Las centrales eléctricas de carbón, incluso las de nueva generación, tienen peor eficiencia energética que el resto de fuentes de generación. Los ciclos combinados de gas son mejores que las centrales de carbón pero inferiores a las centrales nucleares, las hidráulicas y por supuesto las eólicas y las solares (en donde el recurso natural, aunque intermitente, no tiene coste).
Se puede argumentar, entonces, por qué EE. UU. tiene una gran dependencia del gas natural o por qué China sigue generando un 60% de su energía eléctrica con carbón si su generación es más ineficiente. La explicación está en el coste del combustible. En las centrales térmicas (carbón o gas) el 80% de los costes de generación depende del precio del combustible y, por eso, los países con yacimientos propios son renuentes a abandonar esas fuentes de generación, aunque sean mucho menos eficientes energéticamente. Son menos eficientes energéticamente, pero son más eficientes económicamente.
Entonces, ¿por qué China está abandonando progresivamente el carbón? Por un lado, porque en los mercados internacionales los criterios de sostenibilidad e impacto medioambiental cada vez son más importantes y si quiere mantener el liderazgo en fabricación de productos a nivel mundial es estratégico ir dando pasos en esa dirección. Por otro lado, la calidad del carbón nacional no siempre es la mejor y la minería necesaria representa un coste extra. Para China no es tan barato generar a través de carbón si se compara con las energías renovables (coste cero del viento o sol) y, por eso, se está abandonando progresivamente. Además, inversiones importantes en renovables en el inmenso “mercado” interior chino permite posicionar a sus empresas energéticas como líderes a nivel mundial facilitando inversiones y compras en el extranjero como el caso de China Three Gorges Corporation en Portugal.
Ahora bien, el principal problema de esta transición energética es que, sin la disponibilidad de grandes sistemas de almacenamiento de energía (sean baterías o grandes depósitos de agua en sistemas hidráulicos de bombeo) hasta al menos la próxima década, no es posible una independencia completa de las fuentes fósiles y según el diseño del mercado en cada país el incremento de precios afecta de forma distinta a la factura eléctrica. Por ello, volviendo a la situación actual, la muy importante subida en los mercados internacionales del gas natural y el carbón ha afectado muy especialmente a regiones importadoras como Europa o China. En concreto, en China la disminución de la producción de carbón nacional (por el proceso de descarbonización) y la guerra comercial con Australia (que les impide importar carbón desde su territorio) ha hecho disminuir la capacidad de generación energética mientras que la reactivación económica mundial (aumentando la producción de sus fábricas) y un verano especialmente caluroso en toda Asia y hecho aumentar la demanda de energía eléctrica.
Esta “tormenta perfecta”, ha obligado al Partido Comunista Chino (PCCh) a tomar una determinación muy concreta; no aumentar los precios de la electricidad, forzando a los productores a no operar para no perder dinero. Es más, el PCCh está racionando activamente la demanda exigiendo a empresas intensivas en el consumo de electricidad el cese de operación en determinados días y horas punta. El verdadero problema de esta postura vendrá en el caso de que la situación internacional se mantenga durante meses porque, como muy acertadamente afirma el economista Juan Ramón Rallo, menor producción china implica mayor disrupción de las cadenas globales de valor; esto, más escasez de productos en un contexto de fuerte demanda y, por lo tanto, más inflación interna que nos abocará a una subida de tipos de interés que restringirán nuestro gasto interno incluso antes de habernos recuperado de los efectos de la pandemia.
En próximos artículos iremos analizando las causas de estas alzas de los precios, su posible extensión en el tiempo y el impacto que las políticas del PCCh pueden crear a la economía internacional. Se habla mucho de Evergrande pero, para España, esta situación tiene mucho mayor impacto directo en el corto-medio plazo.